Hay una gran cantidad de patologías que producen prurito en el conejo. Las más frecuentes son las causas parasitarias y las alergias. En el caso que nos ocupa la causa más probable es una infestación parasitaria y/o una enfermedad infectocontagiosa ya que es un animal demasiado joven para desarrollar todavía una dermatitis alérgica, y además proviene de un lugar en el que ha estado conviviendo con otros animales, lo que nos hace pensar en que haya podido adquirir alguna enfermedad infectocontagiosa.  Así pues, en nuestro diagnóstico diferencial incluiremos como más probables las causas parasitarias como la cheyletielosis (Cheyletiela parasitovorax), sarna sarcóptica (Sarcoptes scabiei v. cunicoli), sarna auricular (Psoroptes cuniculi) e infestación por pulgas (Ctenocephalides felis felis, Spilopsyllus cuniculi) y/o piojos; seguidas de la dermatofitosis (es una enfermedad que causa un prurito variable, pero puede estar presente en animales que padecen malas condiciones higienico-sanitarias o sufren otras patologías subyacentes); y por último la dermatitis atópica.  Teniendo en cuenta nuestra lista de problemas, en una primera aproximación diagnóstica, realizaremos las siguientes pruebas laboratoriales básicas: raspados cutáneos, tricografía, test de la cinta adhesiva y cultivo DTM. Estas pruebas son fáciles de realizar en la consulta y nos permiten evidenciar de forma rápida el agente infeccioso, excepto en el caso del cultivo de hongos, en el que tendremos que esperar entre una semana y quince días para conocer el resultado. Si todas ellas resultaran negativas o el animal no respondiera a un control antiparasitario adecuado, puede que nos encontremos ante un problema alérgico, entonces pasaremos a una segunda fase para tratar de buscar el alérgeno implicado.

 

La Cheyletielosis es una dermatosis muy frecuente en el conejo. Está causada por  Cheyletiella parasitovorax, un ácaro que vive en la superficie de la epidermis. Todos los estadíos de las cheyletielas son parásitos y se pueden encontrar en el ambiente en el que vive el animal. Es una z oonosis, es decir, que se transmite al ser humano, ocasionando una dermatitis papulo-costrosa. También puede transmitirse a otras mascotas que pueda haber en el hogar, como perros y gatos. Muchos conejos se ven afectados de forma asintomática. En las infestaciones graves o en los animales inmunocomprometidos es cuando se observan los signos clínicos:  dermatitis seborréica en la zona dorsal del lomo, alopecia y excoriaciones secundarias al prurito en la espalda, cuello y flancos. El diagnóstico diferencial debe incluir otros ectoparásitos (sarna, pediculosis, pulicosis) y las dermatitis alérgicas. El diagnóstico se basa en la visualización de los parásitos. Al ser un ácaro muy superficial, es fácil observarlos al microscopio en el material obtenido mediante la realización de raspados cutáneos superficiales o mediante el test de cinta adhesiva. Como son muy grandes, a veces también se pueden observar a simple vista en el material recogido después de cepillar al animal. Al depositarlo en una superficie oscura, se puede apreciar como la caspa se mueve (“caspa andante”). El tratamiento de elección es la ivermectina a una dosis de 0,4mg/kg SC q 7-14 días durante dos o tres semanas. También se pueden emplear los sprays a base de permetrinas que se comercializan para perros y la selamectina en spot-on. NO se debe usar el fipronilo como tratamiento acaricida en estos animales ya que es tóxico para ellos. Es conveniente utilizar acaricidas para tratar el ambiente donde vive el animal con el objetivo de prevenir reinfestaciones.

 

 

La dermatofitosis es una micosis muy común en el conejo. El hongo dermatofito que se encuentra con mayor frecuencia es Trichophyton mentagrophytes, aunque también pueden aislarse otras especies como Microsporum canis, Microsporum gypseum y Trichophyton verrucosum. Estos hongos se alimentan de la queratina del pelo y de la epidermis de los animales que infectan. Muchos conejos suelen padecer una afección subclínica. Se considera que hasta el 30% de los conejos son portadores asintomáticos del hongo. Cuando éstos se inmunodeprimen, ya sea por un mal manejo higiénico-dietético, por estrés o por la presencia de otra enfermedad subyacente, se rompe el equilibrio del hongo con el huésped y aparecen los síntomas de la enfermedad.  Los conejos jóvenes son los que están afectados con mayor frecuencia. La dermatofitosis cursa con la presencia de alopecias y descamación y se puede presentar de forma localizada, multifocal o generalizada. El prurito suele ser moderado. Las lesiones alopécicas suelen ser circulares y bien circunscritas. La cara, las extremidades y la base de las uñas son los lugares más afectados. En el diagnóstico diferencial se deben incluir otras causas de prurito y de descamación como parásitos y alergias. La lámpara de Wood se puede emplear para su diagnóstico, pero existen un gran número de falsos positivos (escamas, sustancias tópicas aplicadas) y falsos negativos (solo el 50% de las colonias de Microsporum canis dan fluorescencia). El diagnóstico siempre se debe confirmar mediante la realización de un cultivo en DTM (Dermatophytum Test Medium) o Agar-Saboreau y la posterior identificación de la colonia.  El tratamiento de la dermatofitosis debe incluir al animal infectado y al ambiente en el que vive.  Es recomendable el rasurado completo de los animales para eliminar de forma mecánica los pelos infectados (deben ser aspirados y eliminados rápidamente) y facilitar la aplicación de las sustancias antifúngicas tópicas. Se recomienda la aplicación tópica de enilconazol una vez por semana. En casos graves o situaciones de manejo complicadas, se puede administrar además un antifúngico vía oral como la griseofulvina (25mg/kg/día) o el itraconazol (10mg/kg/día). Para el ambiente se puede emplear la lejía para la limpieza de las superficies o lugares donde vive el animal o animales infectados y/o la pulverización de enilconazol al 2% en spray.

Es importante realizar un tratamiento adecuado y suficientemente largo,  para asegurarnos de que el animal y el ambiente quedan libres de las hifas y esporas fúngicas, ya que estas últimas son capaces de permanecer infectantes en el ambiente hasta un año. Se debe mantener el tratamiento hasta por lo menos dos semanas después de la desaparición de los signos clínicos. También se puede monitorizar el tratamiento mediante la realización de cultivos fúngicos y mantenerlo hasta que obtengamos un cultivo negativo. El pronóstico es reservado para los animales que viven en colectividades o sufren una situación de inmunosupresión continuada y bueno para los animales que viven solos.

 

Referencias bibliográficas

1. Emmanuel Bensignor y cols. Dermatología de Lagomorfos. En Dermatología de los nuevos animales de compañía (NAC). Ed. Grupo Asis Biomedia. Zaragoza, 2010.

2. Gaguere E. Diagnosi differenziali delle dermatiti pruriginose nei piccoli mammiferi. Quaderni di dermatología, anno 6, n.1, 2001.

3. D.W. Scott, W.H. Miller, C.E. Griffin. In Muller and Kirk’s Small Animal Dermatology. 6th edition, WB Saunders Company. Philadelphia, 2001.