Anamnesis y exploración clínica

Durante el verano de 2009 nos llamaron para visitar a un caballo cruzado de 15 años tordo, macho entero y dedicado a silla que según su propietario no paraba de rascarse contra palos, árboles y también que se mordía los flancos. El animal presentaba áreas enrojecidas en ambos lados de la cara, en la cara interna de las axilas y en las ingles (ver fotos). En estos lugares la piel era fina y se había perdido el pelo. También se observaban heridas y costras en los flancos, consecuencia de mordisco que se inflingía el propio animal. Este problema era estacional, pues se presentaba más en los meses de calor y se repetía desde hacía tres años. Los tratamientos que el veterinario había propuesto (ivermectinas, lindano, lavados con champús dermatológicos) no habían sido efectivos hasta el momento y el caballo seguía mostrando signos de prurito intenso, que lo hacía tener un carácter muy irritable.

La exploración física del caballo era totalmente normal. No obstante, se obtuvo sangre con EDTA y suero para hacer una hematología y bioquímica básica, cuyos resultados fueron totalmente normales para su especie.

Las condiciones de alojamiento no eran muy buenas, pues el box era un lugar oscuro, poco ventilado con humedad y calor, en el que abundaban las moscas y otros insectos. El caballo tenía acceso a un parque exterior y su alimentación consistía en una ración estándar de un pienso comercial.

 

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