3. Profundización y contextualización
2. Este contraste también se da en literatura, porque en la lírica barroca tenemos dos tendencias enfrentadas, el conceptismo, que aparece en unidades anteriores, y el culteranismo.
El conceptismo da más importancia al contenido –al concepto–, de ahí el nombre. Esto no significa que Francisco de Quevedo descuide la forma (sus sonetos de amor son bellísimos, por ejemplo) sino que, para él, la belleza del poema está, además de en lo que dice, en el desafío mental que supone; le gusta jugar con las palabras, decir muchas cosas en pocas palabras, hacer que el lector piense y descubra la conexión que hace el poeta entre lo que dice y cómo lo dice. Por eso, las metáforas conceptistas no buscan tanto embellecer el texto sino hacer pensar para poder entender el texto. Y, por eso mismo también se usan otras recursos como la elipsis, exageraciones, los juegos de palabras, las antítesis continuas… Recursos principalmente de tipo semántico.
Frente a esto, el culteranismo es una estética donde importa mucho más la forma que el contenido: para estos autores, con Luis de Góngora a la cabeza (por eso también se conoce a esta tendencia como gongorismo), el poema es más hermoso cuanto más complicado es, de ahí la enorme cantidad de recursos estilísticos como el hipérbaton, epítetos, la metáfora que busca la belleza pura, los cultismos, las palabras parónimas (nube-nave, por ejemplo…). En fin, se trata de crear belleza, todo un mundo de sentidos, a través de la palabra. Recursos principalmente de tipo gramatical.